Nombre del libro: Estoy sola... ¿Y qué?
Autor: Cathy Hopkins.
Editorial: V&R editorial
Colección: Amigas y Amores.
Sección: Capitulo 1 , Parte 1







Cathy Hopkins

Estoy sola...

¿y qué?

Vacaciones de verano

–É sta debe ser la mejor sensación del mundo –dije a Nesta mientras

salíamos de la escuela el último día de clases.

–Sí –respondió–. Seis semanas sin la señorita Watkins... Seis fabulosas

semanas con Simon antes de que se vaya a la universidad.

–Y, para mí, seis semanas con Ben –agregó Izzie, tomando a Nesta del

brazo–. Ahora que tendremos tiempo, vamos a trabajar en un montón

de canciones para la banda.

–Y supongo que a ti te veremos mucho por casa –le dije a TJ. Hace

algunas semanas que sale con mi hermano mayor, Steve, y los dos están

completamente enamorados.

–¿Y tú, Lucy? –preguntó Nesta–. ¿Por fin le darás una oportunidad

a mi hermano? Llevas meses evitándolo. No creo que su ego pueda soportar

mucho más.

¿Seis semanas con Tony? La idea era atractiva y pensé que ya estaba

lista para tener una relación “de verdad” con él. Hacía muchísimo que

nos gustábamos y habíamos salido por un tiempo este año, pero decidí

terminar porque me parecía que estábamos yendo demasiado rápido.

Después de eso, hubo mucha onda entre nosotros cada vez que lo veía en

casa de Nesta, y volvió a invitarme a salir algunas veces, pero yo siempre

decía que no. No era que no quisiera salir con él. Es guapo, divertido

y me encanta su compañía; es sólo que tiene cierta reputación en

cuanto a las chicas. Nesta me había advertido que llegó a salir con una

distinta cada semana. Dice que le gusta perseguirlas, y las deja apenas

se muestran interesadas. Entonces yo tenía que andar con cuidado; si

no, ya estaría en su larga lista de ex novias y corazones rotos. Pero hacía

casi nueve meses ya que nos conocíamos y él seguía intentándolo,

diciéndome que era la única, el amor de su vida. Pensé: puedo confiar

en que no va a tratarme mal.

Sonreí y saqué un sobre de mi mochila.

–Lo sé –respondí–. Últimamente he estado pensando mucho en él. Y

tomé una decisión.

–¿Cuál es? –preguntó Nesta.

–Le escribí una tarjeta. Le digo que basta de dar vueltas. Que me gusta

mucho y que quiero estar con él.

–Ya era hora –dijo TJ–. No sé cómo pudiste aguantar tanto. Creo que

yo habría caído rendida a sus pies en la primera invitación –luego su

rostro se ensombreció–. Eh… quiero decir, no me refiero a que te lo robaría

ni nada; sólo digo que me parece súper lindo.

Le di un apretón cariñoso en el brazo.

–Te entiendo, TJ. Pero a los chicos como Tony les gustan los desafíos.

–Bueno, ¿cuánto hace? –preguntó–. ¿Ocho… nueve meses que vienes

haciéndolo sufrir? Eso me parece suficiente desafío para cualquier

chico.

–Apenas puedo creerlo –dijo Izzie–. El año pasado, ninguna de nosotras

tenía novio. Y este año, todas tenemos.

–Aún no es seguro –objeté.

–El año pasado, a esta altura, ni siquiera me habían dado un beso

–recordó TJ.

–Y ahora, no hay quien te detenga –bromeó Nesta–. Eres la Reina del

Beso del norte de Londres.

Hace un año, a mí tampoco me habían besado. Tony fue el primero.

Ésa era otra razón por la cual yo quería ir despacio. Para no atarme

al primer chico que había besado. Quería probar con otros y ver cómo

eran. Ya he conocido a otros. Nadie importante ni ninguna relación seria.

De hecho, ninguno se pudo comparar a Tony. Él sigue provocando

en mí el mismo efecto cada vez que lo veo. Me da un vuelco el estómago,

me pongo toda acalorada y me ruborizo.

–No estarás haciendo esto sólo para no ser la única distinta, ¿verdad?

–preguntó Izzie, señalando mi carta.

–Es que sí lo soy –bromeé–. Todas ustedes son altas, morenas y tienen

el pelo largo; y yo soy bajita, rubia y de cabello corto.

–No. Yo soy la distinta –insistió Nesta–. Soy la única de piel oscura.

–No, yo soy la… –empezó TJ.

–Me refería a la única que no tiene novio –interrumpió Izzie.

–No, claro que no –respondí–. Creo que ya estoy lista y quiero ver

qué pasa. En verdad, quizás estaba evitándolo por miedo al rechazo. Ya

saben cómo es él…

Izzie asintió.

–Sí, y tienes razón. No puedes dejar que el miedo te detenga.

–Estoy leyendo un libro –comentó TJ–. De un tipo llamado D.H.

Lawrence; es sobre una señora rica que se enamora de su jardinero.

–Ah, ¿una novelita romántica? –preguntó Nesta.

Reí. Era típico de Nesta. Su idea de la lectura consiste en hojear las

revistas de chimentos. TJ, en cambio, lee todo; pero libros de verdad.

Por eso se lleva bien con mi hermano Steve. Él también es un intelectual.

–Eh, no, no de ésas –respondió TJ–, pero sí es una historia de amor.

Se llama El amante de Lady Chatterley. El caso es que dice algo que me

gusta mucho. ¿Quieren oírlo?

Todas asentimos.

–No recuerdo las palabras exactas –dijo– porque no lo anoté, pero

dice algo como: “Es mejor una vida de riesgo y oportunidad que una

vejez de vanas lamentaciones”.

–Sí, genial –dijo Nesta–. Estoy de acuerdo. En la vida, no se logra

nada si no se intenta.

–Siente el miedo y hazlo de todos modos –acotó Izzie, citando el título

de su libro de autoayuda preferido.

–Y ¿qué le escribiste en la tarjeta? –preguntó Nesta.

–Eso es asunto de Lucy –la reprendió Izzie–. No seas tan entrometida.

Nesta puso cara de ofendida y le sacó la lengua a Izzie.

–No se lo pregunté por metida. Sentí el miedo y lo pregunté de todos

modos. Uno no averigua nada si no pregunta lo que quiere saber. Entonces…

Lucy, cuéntanos lo que le dijiste.

Yo me sabía la nota de memoria, porque la había reescrito muchas veces.

Quería que sonara bien: romántica pero no empalagosa, algo que él

pudiera conservar como recuerdo.

–La escribí como uno de esos poemas japoneses –respondí–, ¿se acuerdan?

Los que tienen apenas tres líneas, que vimos el trimestre pasado en

clase de Lengua. Los haikus.

–Salud –dijo Nesta.

–No –repuse–. Los poemas. Se llaman haikus.

–Como sea –insistió Nesta–. Entonces, ¿qué le escribiste en tu estornudo?

–“No estoy cambiando, sólo reacomodando, mi vida para estar

contigo.”

–Ahh –dijo TJ–. Qué dulce.

–Sí –dijo Izzie–. Deberías venir a ayudar a la banda con las letras.

¿Qué más le escribiste?

–Le puse: “Perdón por hacerte sufrir este último año, pero ahora estoy

lista. Sé que tenemos algo realmente especial y quiero intentarlo.

Llámame”. No quería sonar pesada, ¿saben?

–Me parece perfecto –opinó TJ.

Respiré hondo y, al pasar por un buzón de correos, eché la tarjeta

–Lady Chatterley y yo. Nada de vejez de vanas lamentaciones para

nosotras. Le puse una estampilla de envío expreso, así que debería recibirla

mañana por la mañana. Uf… Ya no puedo echarme atrás.

–Todo saldrá bien –dijo TJ–. Creo que harán una pareja fabulosa y podremos

hacer muchas cosas juntos: jugar al tenis, ir al cine. Será genial.

–Bien –dijo Izzie–, entonces lo de Lucy ya está resuelto. Pero los

chicos no son todo en la vida. Pongámonos otras metas para las vacaciones.

Típico de Iz. Siempre se está fijando objetivos, e insiste en que nosotras

hagamos lo mismo. Dice que es importante pensar en lo que se

quiere en la vida, y luego visualizar que se cumpla. Yo ya “visualicé” mis

vacaciones con Tony, divirtiéndonos mucho. Mi primera relación seria.

Sería excelente. Basta de preocuparme por conseguir un chico o averiguar

dónde buscarlo. Y si realmente me gustó o si yo le gusté. ¿Llamará

o debo llamarlo yo...? Vendría bien un poco de estabilidad para todas

nosotras. Podríamos simplemente pasarlo bien juntas, salir en parejas y

no tener que preocuparnos porque alguna esté sola.

–¿Y bien? –preguntó Izzie, mirándonos a todas, cuando llegamos a la

parada del autobús. Cuando Iz emprende una de sus campañas de autosuperación,

no hay discusión posible–. Vamos. ¿Buenos propósitos para

las vacaciones de verano?

–Los propósitos son para Año Nuevo –protestó Nesta, echándose el

pelo hacia atrás–. Se hacen el primero de enero y se abandonan alrededor

del diez.

–De acuerdo, yo tengo cuatro –dije–. Primero: pasar con ustedes el

mayor tiempo posible. Segundo: ya lo saben: Tony et moi. Tercero:

dejar de ruborizarme.

–A mí me encanta que te ruborices –intervino TJ–. Es muy dulce.

–Noooo –repliqué–. Es horrible. Me siento estúpida y todos me miran

como si fuera una nena.

–Nadie se da cuenta –la tranquilizó Izzie–. ¿Y el cuarto?

–Voy a hacer camisetas –respondí–. Como ésas que venden en el Mercado

de Camden. Las que tienen frases divertidas.

–Y ¿qué van a decir las tuyas? –preguntó TJ.

–Aún no lo sé. Voy a empezar a coleccionar buenas frases durante

las vacaciones.

Justo en ese momento llegó el autobús, de modo que la charla se interrumpió

mientras subíamos. Era fantástico estar viva. Habían terminado

las clases. Brillaba el sol. Había luz hasta las diez de la noche. Al

fin me había decidido a enviar mi tarjeta, y estaba ansiosa por ver la

reacción de Tony.

–¿Qué hay para cenar? –le pregunté a mamá al llegar a casa.

–Hamburguesas de tofu, brócoli y arroz –respondió, levantando la vista

desde la mesada, donde estaba cortando cebollas–. ¿Quieres ayudarme?

Puaj, tofu, pensé, mientras dejaba mi mochila en el vestíbulo y entraba

a la cocina. Ojalá mamá cocinara platos normales alguna vez. Mi papá

tiene una tienda de alimentos naturistas, de modo que siempre comemos

lo que él trae. Sé que es bueno para la salud y que uno es lo que..

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